Centrales eléctricas: qué son y tipos de plantas energéticas

Ana María Romero, Ingeniera de Desarrollos de Renovables en Cuerva
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En 1882, Thomas Edison alumbró una pequeña calle de Manhattan con la primera de las centrales eléctricas de la historia: la central de Pearl Street. Para generar electricidad e iluminar las 85 viviendas y 400 bombillas iniciales, utilizaba carbón. Dos años después, la instalación ya abastecía a más de 500 clientes y sentaba las bases de un mundo en el que la electricidad iba a ser fundamental.

Desde entonces, las centrales eléctricas han evolucionado, se han diversificado y se han extendido por todo el planeta. Adaptándose a las nuevas demandas de la sociedad y a las tecnologías que han ido irrumpiendo, llevan la electricidad a millones de personas e impulsan el desarrollo económico e industrial.

Con esta misma finalidad, las centrales eléctricas se enfrentan en la actualidad a su mayor desafío: abandonar los combustibles fósiles y liderar la transición hacia un modelo energético limpio y sostenible. El reto ya no es solo producir energía, sino hacerlo sin destruir el planeta.

¿Qué son las centrales eléctricas?

Las centrales eléctricas son instalaciones diseñadas para transformar diversas formas de energía primaria —como la solar, eólica, hidráulica o combustibles fósiles— en electricidad que, posteriormente, se distribuye a hogares, industrias y servicios esenciales.

El proceso básico de en muchas centrales eléctricas consiste en mover una turbina mediante la energía térmica, hidráulica o cinética que, al estar conectada a un generador eléctrico, convierte ese movimiento en corriente mediante inducción electromagnética.

Sin embargo, no todas las centrales funcionan así. Por ejemplo, la energía solar fotovoltaica capta la radiación solar y la transforma en corriente continua, que después se convierte en corriente alterna mediante inversores, ajustando la frecuencia y el voltaje para que sea compatible con la red eléctrica.

Una vez generada la corriente eléctrica, esta se eleva a alta tensión para facilitar su transporte a través de la red eléctrica que, en España, cuenta con más de 45.500 kilómetros de líneas de alta tensión, más de 700 subestaciones y miles de transformadores estratégicamente distribuidos.

Gracias a este proceso, las centrales eléctricas ofrecen un suministro de energía constante, seguro y estable para garantizar el desarrollo social, la competitividad industrial, la innovación tecnológica y, en definitiva, el bienestar económico de toda la sociedad.

¿Cuáles son los tipos de centrales eléctricas?

Las centrales eléctricas podemos clasificarlas, principalmente, según su fuente de energía, en renovables y en no renovables. Dentro de estas categorías, existen variantes como la biomasa, termosolar y geotérmica. En concreto, los tipos de centrales eléctricas que existen son:

Centrales convencionales

Las centrales convencionales son aquellas que utilizan fuentes no renovables como carbón, gas o petróleo para generar energía. En su proceso, las centrales térmicas queman los combustibles fósiles para producir el vapor que mueve turbinas y que genera electricidad. Aunque su uso está en retroceso, aún representan una parte muy importante de la generación eléctrica mundial.

Según la IEA, en mayo de 2025, la generación total de electricidad en la OCDE fue de 860,6 TWh. De esta cantidad, la producción procedente de fuentes no renovables (fósiles) supuso el 41.4% del total.

Centrales nucleares

Por otro lado, las centrales nucleares generan electricidad mediante la fisión de uranio. A diferencia de las térmicas, no emiten CO₂ durante la generación eléctrica, pero generan desafíos relacionados con la gestión de residuos radiactivos y la seguridad. Hoy en día, España cuenta con cinco centrales nucleares en funcionamiento, que albergan un total de siete reactores operativos (según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico).

Centrales renovables

Las centrales renovables son las que aprovechan fuentes energéticas naturales como el sol, el agua o el viento. No generan emisiones directas y tienen un impacto ambiental mucho menor. Por ello, son fundamentales en la transición energética hacia un modelo sostenible y descentralizado.

  • Centrales hidroeléctricas. Estas transforman la energía del agua en electricidad. En la actualidad, España cuenta con más de 1.300 instalaciones hidroeléctricas como, por ejemplo, es la central de Aldeadávila que cuenta con 1.243 MW de potencia instalada. Dentro de esta tipología existen las denominadas centrales hidroeléctricas reversibles que, como la Cortes-La Muela, pueden tanto generar electricidad como almacenarla para su uso posterior.
  • Centrales eólicas. Esta tipología utiliza aerogeneradores para transformar la energía del viento en electricidad. España es un líder en este sector, con parques eólicos como El Andévalo, que tiene una capacidad de 292 MW, o el de Guadix, donde desde Cuerva implementamos un nuevo prototipo de pala. También están los parques eólicos marinos que aprovechan la fuerza del viento que se produce en mar abierto.
  • Centrales eléctricas solares. Estas instalaciones aprovechan la radiación del sol para generar energía eléctrica de forma renovable y limpia. Existen dos tipos principales: las fotovoltaicas, que crean electricidad directamente de la luz solar mediante paneles solares, y termosolares, que usan “espejos” para concentrar el calor del sol y producir el vapor que mueve turbinas para generar electricidad.
  • Centrales de biomasa. Otra de las fuentes renovables es la biomasa, que utiliza residuos orgánicos para generar energía. Las tres clases de residuos más comunes en este proceso son la biomasa natural (procedente directamente de la naturaleza), la residual (como son los residuos orgánicos que proceden de la actividad humana) y la biomasa producida (del cultivo energético).
  • Central energética de geotermia. Las centrales eléctricas geotérmicas extraen calor del subsuelo para producir vapor.
  • Centrales marinas. Aunque aún son emergentes, estas aprovechan las mareas, olas y corrientes para generar electricidad.

Centrales eléctricas en España

España cuenta con un mix energético compuesto por todas estas fuentes complementarias. Al igual que en el resto de países desarrollados, los últimos años han estado marcados por un notable aumento de las centrales eléctricas impulsadas por energías renovables y el deseo de afrontar con éxito la transición energética.

En 2024, por ejemplo, el 56% de la producción eléctrica provino de estas fuentes, destacando la energía eólica con un 23% y la solar, que generó alrededor del 13% del total del país.


Este auge de las renovables ha ido unido a una caída en el otro tipo de centrales eléctricas. De hecho, España dejó el pasado mes de julio de producir energía con carbón tras el cierre de las últimas centrales activas (Aboño, Soto de Ribera, Los Barrios y Alcudia).

Y, aunque la energía nuclear todavía sigue teniendo un peso considerable al representar el 19% de la producción energética total, esta cifra se ha reducido al pasar de suponer el 35% en 1996 a menos del 20% de hoy en día.

Centrales eléctricas y transición energética

A pesar de que el cero energético que tuvo lugar en abril ha reavivado en España el debate sobre el abandono de las centrales nucleares, todo hace prever que el peso de las renovables seguirá creciendo en el futuro para impulsar la transición hacia un sistema energético más sostenible.

No cabe duda: reducir las emisiones de CO₂ es una prioridad que, además, está recogida en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Según su última actualización, el objetivo ahora es que el 81 % de la electricidad generada en España provenga de fuentes renovables en 2030, frente al 74 % previsto en el plan anterior.

En esta reducción de nuestra dependencia de los combustibles fósiles para combatir el cambio climático y asegurar un suministro estable, las centrales eléctricas impulsadas por renovables son esenciales. Con este objetivo, España aún tiene que invertir mucho más para garantizar la integración de todas estas fuentes de energía intermitentes sin comprometer la estabilidad del sistema eléctrico.


Aquí, los sistemas de almacenamiento de energía juegan un papel vital a la hora de respaldar el desarrollo de las renovables y guardar energía en momentos de baja demanda para liberarla cuando sea necesario, asegurando un suministro constante y fiable.

Hacia un futuro energético sostenible

Desde aquel año 1882, las centrales eléctricas alimentadas con combustibles fósiles han sido fundamentales en el desarrollo humano al proporcionar la energía necesaria para progresar e innovar. Hoy, por el contrario, estas infraestructuras están evolucionando con el ánimo de adaptarse a las demandas de un mundo que busca soluciones más limpias y sostenibles.

En España, con las centrales de carbón ya paralizadas, el debate sobre la idoneidad del cierre o retraso de las cinco centrales nucleares que aún siguen en funcionamiento ha resurgido y se ha intensificado, poniendo de relieve la complejidad de equilibrar seguridad energética y sostenibilidad.

A pesar de ello, prolongar la vida útil de las centrales nucleares podría hipotecar nuestro futuro. Pese a que algunos argumentan que la energía nuclear puede ofrecer estabilidad ante apagones, esta tecnología es muy rígida y no se adapta bien a un mix energético que necesita flexibilidad.

Además, la continuidad de estas centrales podría frenar el despliegue de las energías renovables, indispensables para alcanzar los objetivos de descarbonización y resiliencia. A todo esto habría que sumar el coste que tiene la electricidad generada por las centrales nucleares, que es más elevado en comparación con unas energías renovables cada vez más competitivas.

Por todos estos inconvenientes y frente a quienes defienden la energía nuclear, el futuro energético de España debe centrarse en la modernización de la infraestructura existente, el desarrollo de redes inteligentes, la mejora de la gestión de la demanda y el almacenamiento. Es la mejor garantía para conseguir un sistema más sostenible y menos vulnerable.

En Cuerva, asumimos ese compromiso como nativos renovables. Trabajamos para acelerar la transición energética con soluciones que combinan inteligencia, sostenibilidad y visión a largo plazo. Queremos que cualquier persona o empresa pueda acceder a una energía limpia, segura y competitiva.

Entender el papel de las centrales eléctricas es el primer paso. Actuar para mejorarlo es lo siguiente. Juntos, podemos avanzar hacia un futuro que no solo satisfaga nuestras necesidades actuales, sino que también proteja el planeta para las generaciones del mañana. ¿Quieres saber cómo hacerlo? No lo dudes, y ponte en contacto con nuestro equipo.

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Sobre el autor

Ana María Romero, Ingeniera de Desarrollos de Renovables en Cuerva
Ana María Romero se incorporó al equipo de Cuerva en 2025 como Ingeniera de Desarrollos Renovables. Es Ingeniera de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad de Granada, formación que le permite abordar con una sólida base técnica el diseño, optimización y tramitación de nuevos activos renovables. En Cuerva, centra su trabajo en proyectos de centrales hidroeléctricas renovables, almacenamiento por bombeo y sistemas con baterías, contribuyendo activamente al desarrollo de soluciones sostenibles para la transición energética.

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