Living Labs, los pueblos-laboratorio de la energía del futuro
Living Labs: valiosos aliados en la transición energética actual
A casi 30 kilómetros de la ciudad de Granada nos encontramos con Escúzar. Este pueblo, con alrededor de 770 habitantes, está viviendo ya lo que será la realidad energética de España en 2030: energía solar, uso de baterías y cargadores 100% eléctricos y control inteligente de los termos y aires acondicionados... ¿Existe un salto temporal en este punto nororiental de la comarca de Alhama? No. Escúzar, junto a Láchar y Peñuelas, tan solo forma parte de un Living Lab.
Y es que, sin duda, los Living Labs podrían ser valiosos aliados en la transición energética actual. Estos entornos reales para la experimentación involucran a los usuarios en el proceso de creación e innovación de nuevos productos y servicios. Así, se generan dinámicas de innovación abierta y de co-creación, sacando la innovación del laboratorio al mundo real e integrando a todos los actores en la prueba de nuevas ideas: administración, empresas, universidades… O, en este caso, los vecinos de estos tres pueblos granadinos.
El papel de los laboratorios en la evolución
Si echamos la vista a lo largo de toda nuestra historia, podemos identificar el papel que los laboratorios han tenido en el desarrollo de la ciencia y, gracias a esta, en toda la sociedad. Espacios asépticos y controlados para estudiar las alteraciones y consecuencias que puede suponer el cambio, a veces milimétrico, de una sola variable.
Los laboratorios han sido y son, por tanto, necesarios para generar avances en infinidad de materias y sectores: biología, medicina, física... Y también, por supuesto, en la energía.
En el momento actual, sin duda, la electricidad y la energía se enfrentan a un cambio de paradigma con cuenta atrás inminente. Compañías privadas, universidades y entidades de investigación, instituciones públicas... Todos los agentes se encuentran inmersos en el estudio de soluciones innovadoras que permitan una forma más eficiente y sostenible de continuar generando energía.
Pero en este momento es necesario acelerar el cambio, la investigación y, sobre todo, introducir nuevas variables que un laboratorio convencional no tiene en cuenta. Hablamos, por ejemplo, de no solo validar que las soluciones funcionan, sino que lo hacen mejorando y siendo útiles para el consumidor final dentro de sus posibilidades de coste y tiempos. Aquí es cuando nacen estos Living Lab.
El origen de los Living Lab
El término Living Lab (LL), que en la traducción literal del castellano sería un laboratorio viviente, fue acuñado en la década de los 90 por William Mitchell, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, para referirse a un espacio creado específicamente para el estudio imitando hogares en los que los voluntarios probarían la nueva tecnología de las ciudades inteligentes.
Esta visión ha evolucionado y, a día de hoy, Living Lab describe una red de ciudadanos voluntarios que están dispuestos a introducir en su día a día el uso de las soluciones tecnológicas aún en fase de pruebas, a cambio de que todos los datos generados se registren digitalmente para su posterior análisis. En este modelo, las soluciones se co-crean entre ciudadanos, empresas, entidades investigadoras y gobiernos.
En Reino Unido, Energy Systems Catapult creó un Living Lab al que ya están conectados más de 500 hogares. En él se testan las soluciones que permitirán alcanzar el ambicioso objetivo de descarbonizar los hogares y llegar a las cero emisiones. Por eso en el Living Lab se prueban en el propio mercado y los diseños de productos, servicios y modelos comerciales que podrán lanzarse luego con la garantía de haber sido ya testados en un entorno real.
En este tipo de pruebas, la conexión digital de los cientos de hogares permite obtener muy pronto datos con mínimo margen de error sobre la realidad que existirá cuando su aplicación se haya escalado al gran consumo. Además, la información extraída en este tipo de escenarios ayudan a adecuar las políticas regulatorias que los gobiernos e instituciones deban implementar a la realidad de los consumidores con un mayor margen temporal.
El usuario en el centro
El año 2016 Turning Tables nace como un laboratorio de innovación que busca modelos de negocio disruptivos en un mercado como el energético, donde no es nada sencillo innovar.
Entre los principales retos a los que se enfrentaban en ese momento, como el difícil acceso a las infraestructuras o a los datos energéticos, estaba una de las normas no escritas pero fundamentales de la innovación: poner siempre al usuario en el centro.
Para conseguirlo necesitaban no solo mejorar la medición o controlar el funcionamiento operativo de la red, sino sobre todo contar con una comunidad que les permitiese entender qué necesidades reales tiene que resolver la energía a día de hoy y qué valor tendrían los nuevos proyectos energéticos para el usuario final.
Cómo llega un Living Lab a Granada
Surge entonces el Living Lab en Granada, sede de Turning Tables, en una porción de la red de Cuerva entre los municipios de Escúzar, Láchar y Peñuelas. ¿Su visión? Crear la red energética del 2030>. Una forma de adelantarnos al futuro y que sus vecinos prueben hoy si lo que está por venir tiene impacto y sentido.
Siguiendo la norma de “poner al usuario en el centro” este Living Lab -al que se unieron el Laboratorio Nacional Lawrence Berkley de California, la Universidad de Granada y Repsol como partners estratégicos- se diferencia de otros en que no solo trabaja la parte técnica, sino que ha entrado hasta el salón de las casas de los vecinos para tener, de primera mano, la información que estaban buscando desde el principio: cómo la energía puede mejorar la vida de las personas.
Fue en los propios hogares de los vecinos donde el equipo de Turning Tables identificó las principales semillas de los proyectos que se desplegarían en los siguientes años en la red de hogares voluntarios.
“Como lo que queríamos era aportar valor real, lo que nos interesaba en la fase inicial del Living Lab era entender qué les preocupaba a los vecinos, qué esperaban de su pueblo y qué podían esperar de un proyecto así. Cuando llegamos a hablar con los gobiernos municipales no íbamos con la propuesta que nosotros queríamos hacer. Sino con lo que generosamente sus propios ciudadanos nos habían enseñado”,. explica Rafael Bahamonde, miembro del equipo de trabajo en aquel momento.
Esta sensibilidad por la escucha activa tuvo pronto sus frutos. Siendo un pueblo pequeño y con una media de edad envejecida, el primero de los proyectos estuvo basado en el uso de sensores de electricidad para incrementar la seguridad de las personas mayores que vivían solas. Y no ha sido el único. Solar as a Service, o el uso de placas solares en comunidades energéticas, es otro de los grandes ejemplos de innovación y mejora que este laboratorio viviente ya está probando.
Mientras esto ocurre en la superficie, en el lado invisible de la energía hay una compleja infraestructura de la red eléctrica y un salto de décadas en la calidad del dato que no solo permiten que todo suceda, sino que lo convierten en información de altísimo valor para, muy pronto, llevar estas mejoras del modelo hacia el siguiente nivel: el mercado. Pero de esto podríamos escribir largo y tendido otro día.
Hoy quédate con que si te pasas por Escúzar, Láchar, Peñuelas o La Malahá y hablas con sus vecinos, ellos podrán contarte en primera persona la experiencia de vivir en el futuro de la energía. Un futuro más limpio, más sostenible y, también, más humano.
Prueba de ello son las cifras que han alcanzado los 133 usuarios implicados en los Living Labs, que han generado 399 MWh de energía limpia y han dejado de emitir 270 toneladas de CO2. Cifras que pueden parecer “pequeños datos para la industria”, pero que son, sin ninguna duda, “grandes datos para la humanidad”.